miércoles, 12 de octubre de 2016

creer

    nuestro autoestima comienza desde                           nuestra infancia


Desde el momento en que somos concebidos comenzamos a experimentar la aceptación o el rechazo de nuestra existencia… allí comienza a construirse la autoestima en el ser humano. No recibe la misma información a nivel celular un bebé deseado que uno que se rechaza, por la circunstancia que sea.


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El nacimiento es otro de los factores que influyen en la autovaloración de las personas. Al momento de generarse el proceso de parto se establece una relación entre madre e hijo que fomenta la confianza en el bebé a través de la experiencia del esfuerzo por cruzar el canal de parto y posteriormente salir a la vida con éxito.
Una vez que nace el niño se encuentra expuesto a una serie de rostros y conductas que le reflejan si lo que hace o dice corresponde a las expectativas de los adultos, lo que se traduce en me quieren o no, por lo tanto soy bueno o no. Entre los 0 y 10 años el infante desarrolla su personalidad psicológica y emocional para asentar en la adolescencia estos patrones que incluyen creencias, hábitos, conductas las cuales va a reflejar en su vida de adulto
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La escuela es, sin duda, el lugar en el que el niño se ve expuesto a la aceptación o no de su ser, después del hogar nuclear. Allí lleva lo tomado en casa y debe usarlo como herramientas de sobrevivencia en un ambiente ajeno en el cual las normas, disciplina y tareas repetitivas ponen a prueba su valoración, es una etapa en la que los niños son evaluados de acuerdo a sus “notas” o conducta social. Etiquetándolos entonces como buena conducta, mala conducta, buen estudiante o mal estudiante, problemáticos, etc.
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La forma en que los adultos nos relacionamos con los niños marca en el desarrollo de su Ser la diferencia entre soy “bueno” o soy “malo” “sirvo” o “no sirvo”, “puedo” o “no puedo”. Son las conductas, palabras y trato de los adultos a su alrededor lo que marca la alta o baja autoestima

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como se debe fomentar el autoestima de los niños
  • Estar presentes, tenerle en cuenta. Dedícales tiempo exclusivo, escúchales con atención cuando te hablen, mirándoles, dando muestras de que escuchas y te interesas.
  • Dales responsabilidades, fomenta su autonomía. Hay muchos aspectos de la vida cotidiana de un niño en que se le puede ofrecer autonomía. Por ejemplo, en sus hábitos diarios de higiene, alimentación, sus obligaciones, en la gestión de su tiempo de ocio… Déjales tomar pequeñas decisiones y elegir entre diferentes opciones acordes a su edad.
  • Facilita situaciones donde pueda relacionarse con diferentes niños.
  • Establece límites y sé consistente con ellos. Los límites dan seguridad, marcan el camino y los niños los necesitan.
  • No compares. Ni de forma negativa ni positiva. Le quieres y valoras por ser él mismo, no por ser mejor ni peor que otros.
  • No le etiquetes. Las etiquetas ( “el listo”, “el vergonzoso”, “el revoltoso”…) tanto en positivo como en negativo son perjudiciales. Una etiqueta en positivo puede generar ansiedad en el niño intentando cumplir siempre con tus expectativas y sintiéndose muy mal cuando no lo consigue.
  • Cuando tenga un mal comportamiento juzga las conductas y no al niño, no es lo mismo decir “que malo eres” que “está mal que empujes a ese niño”.
  • Déjale probar, explorar cosas nuevas, equivocarse. No le des las soluciones de manera inmediata, deja que lo intente y si fracasa normalízalo y hablad de qué podíamos haber hecho de manera diferente. Reconozcamos nuestros propios errores.
  • Sé lo más específico posible a la hora de hacer halagos, es preferible decir “Me gusta mucho como has recogido todos tus juguetes” que “te has portado bien”. Es importante que el niño sepa exactamente qué es lo que te ha gustado y además son halagos más creíbles. No exageres.
  • Valora sobretodo el esfuerzo, no te limites a premiar el logro.
  • No le sobreprotejas. Mostrar excesivamente nuestro miedo a separarnos, a que intenten cosas nuevas… le puede trasmitir inseguridad.
  • No le critiques delante de otros, aunque parezca que no escucha.
  • Valida sus emociones.
  • Si tienes más hijos, intenta buscar, de vez en cuando un espacio individual a uno.
  • Y sobre todo, fomenta tu propia autoestima y autocuidado pues eres el mejor ejemplo que puede seguir.